La nostalgia está de moda. O mejor dicho nunca pasa de idem. ¿Será la edad? ¿o es únicamente la añoranza de los tiempos perdidos, a la Proust? ¡HELP! No dejan de llegar a mi FACEBOOK y a mis bandejas de entrada de correo electrónico múltiples invitaciones para reuniones de generación de todos los tiempos de mi vida, todas las escuelas, todas las academias y con «n» mil otras excusas. Y no critiquen mi anticipado cinismo. Obviamente, me gustaría saber dónde quedó Mrs. Haro, la directora del kinder de mi infancia que puntualmente organizaba su Easter Parade festival del que guardo preciosos momentos Kodak . Me gustaría platicar con ella -pero en corto y con un café-, y saber si me recuerda o al menos tiene tan presente mis elaborados disfraces anuales. Me podrá explicar el motivo del cierre de su jardín de niños -seguramente motivado por el alza de los bienes raíces. Eso me intriga y no me deja dormir. Pero religiosamente asistir también a las constantes reuniones con los compañeros de la primaria? ¿De la secundaria? ¿De la preparatoria? ¿De la universidad?, ¿De la maestría? ¿De asociaciones de egresados from all of the above? Los lectores de RADAR sin lugar a dudas disminuirán HOY por sincerarme: MEA CULPA, pero cómo explicar que recibo -con nostalgia y melancolía- un sin fin de invitaciones que a veces intrigan pero más me decepcionan. ¿Será la oleada de eventos un resultado directo de la cuantiosa oferta de conciertos musicales de reencuentro? Hacen lo propio Mijares y Emmanuel, Yuri y Lupita d’Alessio, y más recientemente Fabulosos 90s con música de Magneto, 40 grados, Kabbah, Ragazzi. También Hombres G y Pandora. O será el efecto del rotundo éxito de Mentiras el Musical y sus 1,800 (and counting) representaciones, o el retorno de Napoleón, hace bien poco a llenos absolutos en el Auditorio Nacional. ¿O los conciertos de Raphael? Lo que es innegable es que ciertamente armados con los mejores propósitos y buenas intenciones se organizan reuniones con tintes tipo peli 10 Years en donde realmente nada cambia (y el final es bien conocido por todos -especialmente por mí): los compañeros especialistas en bulling siguen perpetrando el mismo abuso, las feas son feas (¡S-O-R-R-Y!), las guapas también, y los geeks y nerds lo siguen siendo (aunque ahora son poco más cool reivindicados por la televisión mainstream y los programas como The Big Bang Theory). Sus 10.4 puntos de rating no justifican nada esa antisocial actitud y ni por mucho el ‘break into song attitude» de Glee y su añejo playlist. Las mismas fotos, los vetustos anuarios y las recicladas anécdotas siguen siendo exasperantes y bien conocidas por todos los que asisten. No entiendo quien quiere regresar circa 1981 a cursar nuevamente la preparatoria, o antes, mucho antes de que nacieran tantos lectores- para platicar de historias antidiluvianas sobre la primaria o antes. Lo peor es cuando -al suplicio- llevan a sus parejas para presentarles a sus ‘compañeros’ de pupitre. Bien dicen que «the business of life is the adquisition of memories» y las antigüas ya son parte de nuestro inventario. ¿La nostalgia vende o la melancolía corroe? Para mí, «mátenme porque me muero» pero sigo siendo fiel a la máxima de Oscar Wilde «The only charm of the past is that it is past.» Y, que, aún cuando existen herramientas y tecnología que nos proveen toda la gama de redes sociales y su bien comprobado servicio a la comunidad me guío por la máxima: «You have no right to melancholy» Sígueme en radarmicha.com