Vivimos en el ídem. Y justo ahí somos felices. Sonreímos, estamos siempre tan bien acompañados, joviales y, tenemos una vida perfecta. ¡Más que eso! Es el entorno más “curado”, incluyente, socialmente igualitario, diverso y justo, amoroso -como diría Sabines y reconfortante, cero “normal”, positivo (salvo por los ocasionales haters), más allá de estrategias de comunicación y campañas de marketing. Compramos las últimas creaciones de Balenciaga o Air Nike para que las presuma nuestro avatar -tal y como dijo la semana pasada Fabrice Nadjari de Tétátét en Luxury Lab. Somos campeones de Fortnite, asistimos a los desfiles y eventos de moda más exclusivos, y convivimos con gente a la que nunca vamos a conocer, ni tenemos deseos de hacerlo por mucha interacción que tengan en nuestro perfil. Son parte de nuestro “hub” tal y como lo describió Alberto Colonnello de Trend Lab, aunque no necesariamente vamos a ir hasta allá para abrazarlos. Recibimos puntuales comentarios sobre nuestras publicaciones y lo que compartimos -que muchas veces bordan en lo ridículo, o excepcional por el tiempo, el dinero, y el esfuerzo que representan. No es exactamente el metaverso en el sentido de los video juegos, y el mundo virtual, sino un íbidem más circunspecto y un poco corrupto: un universo paralelo cuya fuerza centrífuga nos lleva hasta su vortex mismo. Y descuidamos nuestro trabajo, que sí paga el total de American Express, la renta, y el ticket de los víveres (por Cornershop, obviamente). Nos olvidamos de amistades reales, aquellas que no comparten nuestra vida regida por métricas de vanidad, likes, comments y shares así como de los comentarios insulsos y desabridos que representan los ennervantes emojis. Al no estar “presentes” en el presente, vamos dejando a los op. cit. de lado. Y nos vamos convirtiendo -poco a poco y lentamente- como dice la canción- en parte del Big Data que las empresas como META venden a proveedores de servicios que de manera subterficia y a través del algoritmo nos ofrecen. Antes, como propaganda subliminal, apenas perceptible: hoy, hoy, hoy ya no queda nada de eso y todo es abiertamente sugestivo, impuesto, y un poco autoritario. Somos activistas en redes sociales, apoyamos iniciativas para mejorar la calidad de vida de todes -como la recuperacion económica y la empleabilidad, somo desinibidos, y mandamos saludos (hasta nudes al incursionar en el “sexting” en modo efímero, y otras versiones de sexo cibernético y ¿por qué no? propuestas indecorosas ,y más, más, más, que no hacen sino encubrir nuestra soledad, múltiples adicciones (sex, drugs, and rock and roll -plus pastas, tequila, alcohol, y harta pornografía), limitaciones, et al Y lo peor es que luego viene la paranoia y constatar que en el mundo virtual se quieren parecer más a nosotros: reflejar “experiencias verdaderas” tipo “the boyfriend experience” -unscripted, como The Real Life de MTV que después de décadas regresará a la cadena que inventó el reality show que llegó para quedarse. Es un poco como la serie Westworld: y todos somos el hombre de negro: William que no logra escapar de su realidad y vive en otra paralela en el Lejano Oeste, en el mundo y ahora en la robótica. Pero none of this is real, tal y como le advierten los cyborg/clones/robots: lo virtual se desdobla en el aquí y el ahora llámese como se llame: metaverso, realidad virtual o aumentada, y all of the above. Hacer algo “off the record” es obsoleto, como cuando hace un par de décadas le reclamaba Warren Beatty Madonna en Truth or Dare (1991) o bajo estricto apego de la máxima que representa el “nuevo lujo”: social media not welcome. El mundo de la false reality nos acoge, reconforta, y muchas veces cumple nuestros deseos: como Siri y Alexa, el nameless asistente de Google y todos los servicios parecidos. Es el punto verde de Insta que indica que estamos online y cuándo, la curiosidad inagotable e insaciable de saber quién y cuándo y a qué hora recibieron nuestros mensajes (o no cuando nos quedamos en leído y sin respuesta). Es como no tener tiempo de nada y para nadie salvo para darle el eterno refresh a las redes, para la recepción de correos electrónicos, y mensajes instantáneos ad nauseaum siempre en espera del next. “Curioser and curioser” diría el Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll. ¡Mi mundo por un like! PS Aquí cada viernes, lo que sí importa. Y no dejes de seguirme en Instagram para que veas todo lo que sucede y leerme en Twitter ambos @rafaelmicha y lee todas las columnas en la web en radarmicha.com